Mi abuela y yo

Capítulo dedicado a Carmen Llorente Amo, residente en Parque de los Frailes, Leganés, Madrid

Autor: Alberto Fernández López

 

El día 1 de mayo te fuiste al cielo, con la luna de la mano. Puede parecer tonto pero ahora siempre veo la misma estrella, que aparece solitaria todas las noches al oeste, y parpadea, como si me hablaras desde ella, como si me hicieras una señal. La miro y me siento tranquilo.

Dicen que según van muriendo las personas que quieres tu mundo va desapareciendo poco a poco, tú te has llevado una gran parte de mi infancia contigo. Y es que son muchos los recuerdos que tengo de ti, que están grabados en mi mente, desde hace años, y que me hacen sentir ternura y una profunda tristeza, supongo que poco a poco, solo quedará ternura.

Me acuerdo de cuando nos enseñabas los mandalas que coloreabas, línea a línea, tan orgullosa, pienso en tu mochilita que colgabas de la silla y me echo a llorar. Me acuerdo de tu perfume, solo el recuerdo de ese olor me transmite la paz que sentía estando contigo. Y es que ya echo de menos tus abrazos y tus besos, no te lo llegué a decir pero lo primero que quería hacer cuando acabase el confinamiento era ir a abrazarte.

Me acuerdo de esas obsesiones tuyas por el orden que me ponían nervioso y ahora añoro, me acuerdo de cuando me hacías guardar el mando de la tele dentro del cajón y del revés, para que no apuntara a la televisión y se encendiese sola. Cuántas risas con los "kuivis" en vez de kiwis, no te daba la gana decirlo bien, y gracias. Cuando me mirabas y me levantabas la ceja mientras inclinabas la cabeza, me has pegado ese gesto y lo llevaré siempre. Me gustaba que me colocases bien los calcetines mientras estaba tumbado en el sofá, a veces me los bajaba a posta para que lo hicieras. Tengo grabado en mi cabeza tu imagen de pie en la orilla de la playa, con los brazos en jarra para ponerte morena. Tu sombrerito de paja atado a la barbilla, o cuando íbamos a comer los miércoles a tu casa, y los paseos de los sábados por la tarde junto a Ali y a mamá, las tortitas en el café Jamaica de la calle la Oca, tus chuletillas al ajillo y tus huevos rebozados, tu arroz con leche, tus torrijas, tu silla de la playa, tus series,  tu Duna,  tu Isi, tu Copi, tu jodío bobo, el olor de tu casa, los pelos de gato (huevo) en la comida, los siete euros semanales que nos dabas de paga, tu genio, tu lado más infantil.

Tú nos has dado la vida, y has creado una familia preciosa que has sabido mantener unida. Cuánta admiración y orgullo sentías por Ali, tu hija mayor, y cuánto respetabas a Goyo. Cómo te preocupabas por mi madre, por que no se metiese en líos, y que se quitase el pelo de la cara. A mi padre siempre le tuviste cariño a pesar del distanciamiento, y a Pascual le agradecías (discretamente) que hiciese feliz a tu hija.
Amor verdadero por tus nietos, a Victor le adorabas, era tu primer nieto y había crecido a tu lado, a Vanesa le tenías en un pedestal, tu única nieta, cada vez que hablabas de ella se te ponía una sonrisa en la cara, Y cómo te reías con Alex, te gustaba para tu nieta. También te diste cuenta enseguida del amor que sentía Eva por tu nieto y no necesitaste más para quererla como a otra nieta. El orgullo que sentías por Diego, siempre hablabas de él, que trabaja en un banco, el nieto de Barcelona… cuánto te reías con Sergio, creo que es a quien más le has dicho "jodío" de todos, y cómo me cuidabas a mí. Nos decías "entrad conmigo para que os vean". Siempre quisiste a nuestras novias y las aceptaste en la familia, aunque te gustaba que fuésemos despacio, a Irina terminaste cogiéndole cariño, y cómo agradecerte que me presentases a Belén, si no fuese por ti mi vida no sería como es ahora.

Qué decir de la alegría que sentías cada vez que veías a tus bisnietos, era auténtica felicidad lo que reflejaba tu cara cuando te observaba hablándoles.

La vida no es como una elige, hay que adaptarse a las circunstancias y tú sabías hacerlo como nadie. Ni la muerte de dos hijos, ni una silla de ruedas, ni la residencia que tanto odiabas pudieron con tu sonrisa y tus ganas de vivir. Siempre admiré de ti esa capacidad de adaptarte a todo. Fuiste una mujer fuerte y nos has dejado una gran huella.

Gracias por cuidarnos, por estar siempre ahí. Nosotros no pudimos estar contigo en estos últimos meses, y duele hasta el aliento, como dijo aquel. Espero puedas perdonarnos.

Te querré siempre.

Tu gran capacidad para adaptarte a los reveses de la vida, hicieron posible que aún viviendo en una residencia con las precariedades propias del sistema perverso que denosta hasta límites insospechados los cuidados en las mismas, no perdieras tus ganas de vivir y ser feliz. Te quejabas de la mala calidad de la alimentación, de lo rápido que tenían que ir las chicas por las mañanas. De las colas para ir al baño o de que tu ropa no estuviera colocada en el armario y la cama perfecta como a ti te gustaba...Del estúpido del director que jamás se había dignado a presentarse.

Nos vimos por última vez el 8 de marzo, sin saber que sería la última. Sufriste nuestra ausencia, el confinamiento en un dormitorio de 5 m2, sufriste de las comidas en bandeja con cubiertos y vasos no muy limpios, de largos periodos encamada sin ningún motivo médico, hasta que ya no pudiste cogernos el teléfono, las fuerzas te fallaban y con una neumonía bilateral, llegaste al hospital por insistencia de mi madre y equivocación de una doctora que por suerte se equivocó y le autorizaron tu ingreso. Demasiado tarde, 80 de saturación de oxígeno en sangre, covid positivo, cuatro semanas de lucha por volver a vernos... te abandonaron las fuerzas, tu corazón no resistió, sola sin un abrazo cerraste tus ojos para siempre en una habitación de hospital.

Siempre vivirás en nuestro recuerdo. No era tu hora. Te negaron la oportunidad, te arrebataron la vida.